Los ejemplos de comportamiento contrario, de identificación con la cultura y la sociedad de los indios, son mucho más raros (mientras que abundan los casos de identificación con en el otro sentido: la Malinche era uno de ellos).
El ejemplo más puro es el de Gonzalo Guerrero.
(...)
Así que tenemos una identificación completa: Guerrero adoptó la lengua, la religión, los usos y costumbres. No debe asombrar entonces que se niegue a unirse a las tropas de Cortés cuando éste desembarca en Yucatán, y que dé como razón, al decir de Bernal Díaz, precisamente su integración a la cultura de los indios (...) Se piensa incluso que Guerrero no se mantuvo en esa posición de neutralidad y de reserva, sino que luchó contra los ejércitos de los conquistadores a la cabeza de las tropas yucatecas; según Oviedo, fue muerto en 1528 por el lugarteniente de Montejo, Alónso de Ávila, en una batalla contra el cacique de Chetumal.
El caso de Guerrero, curioso porque ilustra una de las variantes posibles de la relación con el otro, no tiene un gran significado histórico y político (también en eso es el contrario de la Malinche): nadie sigue su ejemplo y hoy en día es claro para nosotros que eso no podía haber ocurrido, pues no correspondía a nada en la relación de las fuerzas que se enfrentaban. Solo trescientos años más tarde, cuando la independencia de México, veremos -pero en circunstancias totalmente diferentes- a los criollos tomando el partido de los indios contra los españoles.
TZVETAN TODOROV
La conquista de América. El problema del Otro.
Editorial Siglo XXI. México, 1989. Páginas 206-207.
domingo, 30 de marzo de 2014
viernes, 28 de febrero de 2014
CAPO LÉVI-STRAUSS
¿Lévi-Strauss dijo que las reglas de
parentesco son un sistema de comunicación/intercambio de mujeres?
Pues claro.
¿Y lo dejaron salirse con la suya?
Usted vió como es de selectiva la
corrección política en la academia, señor.
Lévi-Strauss era un capo de salirse
con la suya. Lo del intercambio de minitas según reglas de
comunicación viola toda pauta de corrección política. Pero en mi
edición Altaya color verde tapa dura de esas que se compran en el
puestito de diarios con los que uno envuelve las papas al otro día,
y si es afecto al página su verdulero capaz que sus papas las
envuelve jose pablo o Galeano (o quizá Ortega y Gómez), bueno, en
mi edición altaya traducción de la bruja verón, p. 235, tercer
párrafo, Levi-Strauss nos regala una pieza de altísima oratoria,
que yo lo quisiera contratar para la más áspera diplomacia, o para
dar los números del INDEC ante la prensa.
Si yo le escuché bien dice mi amigo
dice, y le aplico recursivamente el método a su propio mito,
empezando por ponerlo en frases muy cortas para que bien se entienda,
que: a) va a ejemplificar el método; b) con un ejemplo cómodo
porque todos saben el cuento; c) que no es del todo apropiado como
ejemplo; d) para aplicar una técnica; e) sin pretender sacar ninguna
conclusión de ello ¡Ni dar la interpretación del mito!
Pero vamos al mismísimo texto:
“Ha llegado el momento de ilustrar el
método de un modo más directo. Tomaremos como ejemplo el mito de
Edipo, que ofrece la ventaja de ser conocido por todos, lo cual evita
relatarlo. Sin duda este ejemplo no es el más adecuado para una
demostración. El mito de Edipo nos ha llegado en redacciones
fragmentarias, más inspiradas en una preocupación estética o moral
que en la tradición religiosa o el uso ritual, suponiendo que tales
preocupaciones hayan existido alguna vez a su respecto. Pero para
nosotros no se trata de interpretar el mito de Edipo de una manera
verosímil, y menos aún de ofrecer una explicación aceptable
para el especialista. Simplemente queremos ilustrar por ese medio
-y sin extraer ninguna conclusión en lo que atañe al mito de
Edipo mismo- una cierta técnica, cuyo empleo
probablemente no es legítimo en este caso particular, en razón
de las incertidumbres que acaban de ser indicadas.” [Todos los
resaltados me pertenecen].
En la jerga popular es algo así como
que el chamuyo que te quiere vender te lo va a explicar con un
ejemplo, que es fácil porque todos saben qué es, osea que no se
juega con una versión propia de la historia (y apela a lo que cada
uno saque de su propia mollera, con lo cual va ganando ventaja), pero
como sabe que hay mitógrafos de verdad, de esos que viven con la
cabeza metida entre archivos polvorientos, y formación clásica, y
le van a pintar la cara en la Sorbona, dice que tampoco hay que
entenderlo como especialista; de todos modos, igual vamos a aplicarle
el método a eso que todos conocen si han escuchado del mito (Edipo,
en este caso), y al final no pretende sacar ninguna conclusión, sino
ilustrar el método. A esta altura yo casi como que creo que me
quiere exlicar el método por el ejemplo, y viceversa, pero en ambos
casos son entelequias del maestro, porque ni entendí todavía qué
era el método estructural, ni tampoco su Edipo, si no es alguna de
las cosas que Levi-Strauss ya ha descartado. Capaz que es una
dialéctica método/ejemplo, así como las de Hegel. Y a mí el
hegelianismo me produce el mismo mareo mental que el gödelismo, o
doctrinas iniciáticas semejantes. Yo solo quiero mi doctorado en
antropología, y el premio Castaneda a la tesis que le gane en
chapucería e improvisación, por no decir ligereza y frivolidad, a
la explicación bungeana del peronismo. Así me paso una temporada en
Berkeley. Hablando de la hermenéutica en Kusch.
Los dejo con la pieza que continúa la
ya citada, que la sigo leyendo y no puedo dar crédito a lo que
escuchan mis ojos:
“La “demostración” cabe, pues,
entenderse no en el sentido que el científico da a ese término,
sino, en el mejor de los casos, en el que le otorga el vendedor
ambulante: no se trata de obtener un resultado, sino de explicar, lo
más rápidamente posible, el funcionamiento de la pequeña máquina
que busca vender a los mirones”.
Capo Lévi-Strauss.
CONFESIÓN
CONFESIÓN
SEÑOR EVALUADOR:
Mire, la verdad es que yo no cifro
muchas esperanzas en convertirme en un científico. Creo que voy a
seguir siendo un modesto profesor de secundaria mientras alcance para
el alquiler y la comida, y para unas vacaciones en Bolivia a
intervalos razonables. Lo importante, sacando el ripio, es que no
considero ser la reencarnación de Malinowski, y ni siquiera de
Clifford Geertz, porque entonces yo hubiese debido nacer después, o
Cliff ord nacer un cacho más antes, pero entonces no podría contar
las historias sobre rituales de entierro en los kampongs, o algo así.
Y le puse ripio de nuevo. Pero resumiendo: no me veo muy científico.
Sí puedo escribir un paper. Que es una lata, pero podría. Si ud me
lo pide porque estos desvaríos le parecen insuficientes, lo haré (o
me daré por vencido, quizá). Pero en cuanto a ideas originales a la
humanidad, no he concebido cosa alguna jamás. Ni inventé ningún
procedimiento revolucionario, como el tirabuzón del sacacorcho o las
rueditas en la valija, y ni siquiera sé soplar vidrio para hacer
botellas. Mis tamangos los hace otro ciudadano, etc. Agradezco que
alguien haya inventado la metalurgia, para que sea posible hacer
serruchos, martillos y clavos, para armar una cama, porque a mí la
cama me gusta una banda. Diría que soy un individuo promedio, cuando
mi cerebro se pone sensato y me saca del Lago Wobegon, y el tener
ideales me pone a hacer esfuerzos estresantes, y yo no soy ningún
hercúleo. A su vez, el estrés mata tanta gente como el azúcar y
los accidentes de tráfico, que veo caer motonetas como moscas en
Tartagal (aunque las sensibilidades públicas al riesgo son
volátiles, más o menos al tempo de los acontecimientos, pero con
medio ciclo de delay, que es como pensar la estrategia mientras te
dan el puñetazo en la nariz, para citar al gran Mike Tyson). Lo
único importante es que yo no voy a llegar ni a Castaneda, porque
probablemente lo que yo escriba no lo va a leer ni mi madre, y él,
en cambio, sigue vendiendo ponchadas de libros, sin que yo sepa quién
cobrará por eso hoy en día. Capaz que Don Juan, desde donde quiera
que esté el hombre.
No me la creo, para proseguir, que un
día me vaya a levantar y descubra el patrón clave que permita
descifrar el código oculto entre todos los sistemas de parentesco, y
permita deducir según reglas muy lógicas, quién va con quién. Y
haga eureka como John Nash en la película en la que sale con la
bellísima Jennifer Conelly (única razón sesata que encuentro para
ver una película sobre John Nash), y aprende la fórmula para que
todos salgamos con mujeres de la cantina. Más o menos como la
fórmula de Levi-Strauss para calcular no sé bien si las reglas de
parentesco o la estructura de los mitos. (O el intercambio de las
mujeres que se van del bar con John Nash, como Jennifer Connelly). En
fin, de esas cosas mitad detectivescas y mitad formales, yo nadas,
porque me cuesta un Perú entenderle a Charles Sanders Peirce,
Sherlock Holmes me aburre (y la película más reciente sobre él me
da un poco de vergüenza ajena y cambio de canal) y Kurt Gödel me
siguen diciendo que es muy importante, pero yo no sé para qué.
Además de servir para que Raymond Smullyan escriba acertijos
matemáticos y venda una ponchada de libros (y Guillermo Martínez se
haga el capo porque pegó una novela que la hicieron peli, y sabe
matemáticas). Por supuesto, a Raymond Smullyan le gusta mucho Gödel,
y también a Hofstadter. A mí me aburre. A la segunda página de la
demostración del teorema ya no sé ni quién soy yo. Yo tengo un
teorema sin demostración posible. Lo saqué de la bolsa del conjunto
vacío para poder aplicarle el axioma de infinitud y treparlo por la
diagonal de Cantor. Por si fuera poco, no puedo saber lo que es un
número. Que es el lenguaje de la ciencia, o al menos eso dicen los
pitagóricos, y mire que esa gente domina el mundo. La naturaleza es
algo exquisitamente fractal (y mucho más), y ellos lo transforman en
cuadrados y círculos. Hace poco viajé en avión luego de como dos
décadas, y desde el cielo se puede observar como pitagorizan la
superficie del globo a velocidad exponencial. Habría que ver las
fotos satelitales del último medio siglo. La cuestión es que yo no
sé qué es un número. Nunca vide. Menos voy a hacer ciencia. Nunca
me gustó ser buscón, que es como rebajarse. Espero que la hipótesis
quiera venir a mí. Y entonces haré lo necesario. Como las cosas
importantes en la vida.
En cuanto al tema que nos ocupa, a mí
me ocurre lo siguiente. Cuando pienso en la idea de ser un gran
antropólogo, un científico de verdad, me baja como un poco de
vergüenza por la espina dorsal. Porque no me lo creo. Si me lo
creyera empezaría a pensar: Tengo que volver a leer el libro de
Umberto Eco sobre cómo se hace una tesis, y manuales de metodología
de la investigación científica, y buscar una hipótesis
interesante, y ajustar alguna teoría a los datos que tengo.... Todo
eso. Pero yo prefiero crear esto que hago ahora. Osea que soy como un
estudiante de antropología, pero en una peli de Mel Brooks o de
Woody Allen. Prefiero de Mel Brooks, que es casi el mismo pesimismo,
pero risueño. Una como Robin Hood, Man in tights. Verá que tengo el
cerebro tan martillado por la cultura pop como casi cualquier
pelagatos de mi generación. Si fuera más deshonesto (y menos vago),
inventaría que cierta estructura narrativa programa el cerebro de
los humanes para hacerlos hacer cosas, y ponerle un montón de
matemáticas espurias, de historias de gente que pone electrodos en
el cerebro, e iría a chequear mi hipótesis en alguna tribu que será
desconocida, porque me la inventaré yo con datos cocinados para que
todo cierre hermoso. Y si le tengo que creer a Dan Ariely, capaz que
hasta me creo todo. (Un gran amigo mío que lee Castaneda dice que si
lo crees entonces es así; y chau).
Hecha la confesión le hago una
pregunta sincera. ¿Usted cree que me podré salir con la mía de
hacer una tesis y acreditar leyendo la bibliografía, pensando y
discutiendo (quizá en foro público como lo hago con esto) pero
ayuno de todo marco científico previo y liberado de la presión de
dibujar alguna trivialidad en el prostituido lenguaje de la ciencia
basura que a veces se hace para poder seguir en carrera?
Su respuesta más sincera será muy
valiosa para mí.
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